570-1405-2-PB


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Pol. Con. (Edición núm. 21) Vol. 3, No 7

Julio 2018, pp. 576-588 ISSN: 2550 - 682X

DOI: 10.23857/pc.v3i7.570


Ciencias de la Salud Artículo de Investigación

Recepción: 10 / 04 / 2018

Aceptación: 18 / 06 / 2018

Publicación: 02 / 07 / 2018

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Condiciones cíclicas de crisis en la humanidad: del pensamiento moderno a la conciencia

Cyclical conditions of humanity crisis: of modern thought consciousness


Condições cíclicas de crise na humanidade: do pensamento moderno à consciência

Erick Bojorque-Pazmiño I

jorge.bojorque@uleam.edu.ec


Carmita Álvarez-Santana II

carmita.alvarez@ces.gob.ec


Alexis J. Macías-Loor III

alexis.macias@uleam.edu.ec


Correspondencia: jorge.bojorque@uleam.edu.ec


I Magister en Estudios del Arte, Diploma Superior en Educación Universitaria por Competenciasimage, Arquitecto, Docente de la Universidad Laica “Eloy Alfaro” de Manabí, Manta, Ecuador.

II Doctor dentro del Programa de Desarrollo Local y Economía Social, Magister en Gerencia y Liderazgo Educacional, Master Universitario en Economía y Desarrollo Territorial, Master Propio Universitario en Desarrollo Local: Gestión de Pymes y Economía Social, Diploma Superior de Cuarto Nivel en Pedagogías Innovadoras, Diploma Superior en Intervención Social, Especialista en Diseño Curricular por Competencia, Trabajadora Social, Licenciada en Trabajo Social, Consejera del Consejo de Educación Superior del Ecuador (CES), Docente de la Universidad Laica “Eloy Alfaro” de Manabí, Manta, Ecuador.

III Magister en Gerencia Educativa, Arquitecto, Docente de la Universidad Laica “Eloy Alfaro” de Manabí, Manta, Ecuador.



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Resumen

En este ensayo, se delatan las condiciones cíclicas de crisis de la humanidad a partir de reglas y leyes naturales. Para ello, se abordó a partir del Renacimiento, como punto de inflexión del conocimiento cuyos efectos se develan en la actual crisis general del conocimiento del siglo XXI. Se muestra, que la razón de lo moderno nacida de preguntas y descubrimientos importantes en la historia no ha sido superada todavía por la humanidad cuya única salida tratan de encontrarla en la razón misma. Se pone en evidencia la conciencia como elemento decidor de una nueva humanidad enarbolada por la educación en la vocación y la libre iniciativa. Entre sus reflexiones finales, se pudo constatar que la humanidad no tendrá como rival a la razón, sino que, sometida por la comprensión, dará a luz a nuevos puntos de vista nacidos de cada una de las personas.

Palabras clave: crisis; humanidad; pensamiento moderno; conciencia.


Abstract

In this trial will reveal cyclical conditions of crisis of humanity based on rules and natural laws. To do this, he addressed from the Renaissance, as the turning point of knowledge whose effects are unveiled in the general crisis of the 21st century knowledge. Shown, that born questions and important discoveries in the history of modern reason has not been surpassed by humanity whose only way out trying to find it in the same reason. Put in evidence the conscience as a peculiarly element of a new humanity raised by education in vocation and the free initiative. Among his final thoughts, it was confirmed that humanity won't have as a rival to the reason, but by understanding, will give birth to new points of view born of every one of the people.

Keywords: crisis; humanity; modern thought; conscience.


Resumo

Neste ensaio, as condições cíclicas da crise da humanidade são reveladas a partir de regras e leis naturais. Para isso, foi abordado a partir do Renascimento, como um ponto de inflexão de saber cujos efeitos se revelam na atual crise geral do conhecimento do século XXI. Mostra-se que a razão da modernidade nascida de importantes questões e descobertas na história ainda não foi superada pela humanidade cuja única solução é encontrá-la na própria razão. Traz a consciência como elemento decisivo de uma nova humanidade suscitada pela educação vocacional e pela livre


iniciativa. Entre seus pensamentos finais, descobriu-se que a humanidade não terá como rival a razão, mas, sujeito à compreensão, dará à luz novos pontos de vista nascidos de cada um dos povos.

Palavras chave: crise; humanidade; pensamento moderno; consciência.


Introducción

Un proceso cíclico es la natural convicción de la existencia cósmica. Nace un día y vuelve a ponerse sobre sí mismo. Fluye de altas tierras el agua hacia el mar y de las nubes nuevamente recae en el monte. Nace un niño con la brillantez de lograrlo y muere el anciano queriendo empezar. Incluso la divinidad misma no escapa a esta ley del eterno retorno que nos rige y el absoluto se manifiesta en alegres tonadas para cosechar y recogerse luego en la eterna noche de los siglos, para nuevamente mirar el cosmos.

La humanidad y su historia no están exentas de ley y la repetición de eventos ha marcado los derroteros en el pensamiento, el conocimiento, la reflexión y la crisis. Cada etapa de desarrollo y crecimiento de la humanidad ha sido consecuencia de una vivencia, una crisis y una reflexión superficial de lo acontecido, lo que ha llevado al planteamiento de nuevos inicios, nuevos comienzos, que terminan en nuevas incertidumbres.

Estas etapas cíclicas se dan en espiras ascendentes cuando la conciencia aflora o descendentes cuando la reflexión es solo un atisbo superfluo de lo que ocurre. Sea cual fuere el caso, la repetición de eventos históricos convierten la convivencia en algo natural y no es de extrañar que los síntomas de crisis se acomoden ahora, también, entre el umbral del siglo XXI; síntomas semejantes por ley a las de épocas históricas pretéritas. Estamos en el momento justo de reflexión y transformación social.

Desarrollo


Descubrir el intelecto humano. Durante el Renacimiento europeo, siendo un extenso movimiento intelectual entre los siglos XV y XVI, se dejó a un lado la vida y el pensamiento de la Edad Media, para reconocer lo griego y lo romano como soportes del naciente humanismo liberador por sobre lo dogmático religioso prevaleciente durante el Medioevo. Los modos sociales de oscuridad e inconciencia, de imposición y abuso, encubiertos tras el velo místico, fueron puestos en tela de juicio.


Se sustituyó entonces el pensamiento teocentrista que separaba la condición humana de lo material y terreno, por el antropocentrismo que presuponía un acentuado entendimiento histórico individual, un volver a la dignidad humana; es decir, la espiritualidad forzada que desequilibraba las condiciones de vida de las comunidades se veía enfrentada a la propia reflexión reconocida a través de la admiración ya no a la divinidad sino hacia las personas ilustres y maestros de ciencia, cuyo estudio inducía el reconocer la valía del intelecto humano, comprensión delatada en el estudio que Giorgio Vasari hiciera en su libro Las Vidas que “sigue constituyendo una fuente primordial para conocer el periodo renacentista”. (Garrido, 2016: 103)

La imprenta de Gutenberg, se convierte entonces en la herramienta clave del cambio de mentalidad ya que usa el conocimiento intelectual para dar paso a la naciente reflexión razonativa con cuyos atisbos se daba el importante paso que llevaría a la humanidad hacia la reflexión analítica intelectual.

Ese período histórico marcó el derrotero de la más importante crisis del pensamiento de la humanidad y más especialmente relevante para la contemporaneidad ya que se asistía al nacimiento de la racionalidad, gestada por el cansancio dogmático que planteaba una nueva forma de ver el mundo desligada del misticismo acérrimo y hacia el conocimiento sensorial matemático, filosófico, histórico, geográfico, científico y artístico, heredero del mundo grecolatino.

“El final de la Edad Media fue un drama en el sur de Europa occidental: los estudiosos y los artistas descubrieron que el mundo grecolatino, que creían que seguía vivo y del que consideraban sus herederos, había concluido un milenio antes. Este hallazgo fue fructífero”. (Azara, 2015: 9)

La recurrencia grecolatina en la que incurría el Renacimiento se sostenía por el pasado que se mostraba ante sus ojos en los trazos que la historia dejaba a la vera del camino. La reflexión alcanzaba solamente al dogma, pero no llegaba más allá. Se miró a Grecia y sus ruinas, se miró a Roma y sus ruinas y más se miraba que se profundizaba en lo que se debía comprender y hacer. El ciclo, volvía a repetirse. La mecánica de la naturaleza se entroncaba con la fuerza del ancla del navío del intelecto que razonaba y cuya “razón estriba en la hermosa realidad que nos manifiesta en su epifanía”. (De Amezúa, 2015: 20)

A partir de Pompeya


Para finales del siglo XVIII, otro suceso cíclico de relevancia acaece en la historia humana. Pompeya, es descubierta. Tras iniciarse obras de excavación por orden del Rey de Nápoles, Carlos III, quién tras largos esfuerzos civiles consigue encontrar la que otrora fuera la floreciente ciudad romana del siglo VII a.c., que había quedado enterrada bajo 26 metros de cenizas por la violenta erupción del volcán Vesubio en el año 79 d.c.

La humanidad daba con un centro de información del mundo clásico antiguo que no tenía precedentes ni tampoco la relevancia que para el naciente intelectualismo llegó a tener. El renacimiento volcó su mirada a la forma clásica, pero desde este momento, se podía mirar el pensamiento antiguo.

El ciclo se mostraba nuevamente rotundo. Se repetía la noche de la edad moderna, ensimismada en las formas clásicas, tanto materiales como en las convenciones sociales y estéticas de belleza. Sería las luces del pensamiento emanado de las profundidades de los siglos la que encontraría un nuevo resurgimiento, pero esta vez de reflexión sobre el camino a seguir.

Claude Perrault, descubre que la belleza establecida hasta ese momento era la suma de convenciones arbitrarias en los órdenes clásicos. La humanidad había llegado a un punto en el que se repetían los modelos con la impronta de ser perfectos, pero las mediciones realizadas por Antoine Desgodets mostraban que los edificios romanos antiguos no tenían una única proporción y métrica, sino que claudicaban ante la incertidumbre de los distintos datos. Aquello que los renacentistas no resistían, la belleza, que como dice De Amezúa “nada atrae tanto a la belleza como la belleza misma” (Bojorque, 2017: 37), se convertía en piedra de tropiezo y evidencia.

Planteadas, así las cosas, la razón liberaba al ser humano de la minoría de edad que comprendía saberse el seguidor de otros, seguidor de convenciones. Antes del Renacimiento la persona seguía la imposición de Dios en él. Durante el Renacimiento el ser humano se veía como persona a través de otros admirados. Durante el inicio del nuevo ciclo humano, se planteaba la idea de que la persona siga sus propios valores traducidos por la razón ilustrada. De la ignorancia se pasó al conocimiento intelectual. De ahí, al propio razonamiento. Coto-Murillo nos habla de la exposición de Immanuel Kant, respecto de la visión que perduraría a partir de este punto histórico, al referirse a la ilustración:


“Ilustración significa el abandono por parte del hombre de una minoría de edad cuyo responsable es él mismo. Esta minoría de edad significa la incapacidad para servirse de su entendimiento sin verse guiado por algún otro. Uno mismo es el culpable de dicha minoría de edad cuando su causa no reside en la falta de entendimiento, sino en la falta de resolución y valor para servirse del suyo propio sin guía del de algún otro. Sapere aude ¡Ten valor para servirte de tu propio entendimiento! Tal es el lema de la Ilustración”. (Coto-Murillo, 2018: 1)

Sentencioso y determinista Kant, muestra a la humanidad la voluntad del nuevo ciclo de pensamiento. Servirse de sí mismo, del propio entendimiento, es la apotema que vertiginosamente sorprende al conocimiento. Este conocimiento se extrae de la propia resolución por conocer. Pero Kant no dice sino el milagro y no el santo, y en ello versa nuevamente la mecánica de la reflexión humana que no logra trascender el hecho natural de repetir. El ser humano reflexiona sobre su posición, pero toma nuevamente de base, de partida, lo que ha sido. Viendo sin mirar el ciclo, se sostiene en lo clásico que fue el inicio de su intelección, lo cuestiona en un siguiente paso y nuevamente lo deja, suponiendo que es de propio entender.

Marc-Antoine Lauguier, religioso jesuita francés, importante hombre de letras y teórico de la arquitectura, en 1753 publica la obra literaria arquitectónica Essai sur l’architecturare, en cuya portada aparece un grabado en el que se aprecia una figura femenina que representa a la Arquitectura, que extiende su brazo para señalar una tosca cabaña de madera. Esta cabaña constituye el punto de partida argumental de su libro.

Se delata inmediatamente la presencia de la mujer sentada con desdén sobre una pila en ruinas de elementos arquitectónicos clásicos. La metáfora de sobreposición nos indica que lo que se tenía como precedente y en lo que se apoyaba el pensamiento de la época debía ser superado hacia aquello que la arquitectura o la mujer apuntaba y que eran los orígenes naturales y esenciales de refugio y protección que una cabaña sin mayor tratamiento que la misma idea de servir de sostén de seguridad, daba.

“Nunca ha habido un principio de consecuencias más fecundas; con él como guía es fácil distinguir aquellas partes que son componentes esenciales de un orden arquitectónico de aquellas otras que se han introducido por necesidad o por capricho”. (Echaide, 1990: 1)


Lauguier daba en el clavo, delatando el formalismo clásico en el que había caído el Renacimiento. Era necesario en este nuevo ciclo comprender la esencia de los orígenes. El veía que este se encontraba en la naturaleza, pero el error de continuar en la mecánica de repetir era el mantener una nueva visión sosteniéndola desde lo que era precedente.

Claude Perrault indicaba que la verdad era una suma de convenciones arbitrarias. Kant incitaba al mundo a conocer por sí mismo los hechos. Lauguier proponía un camino natural. La línea clásica continuó su camino ya resquebrajándose en sus partes hasta las innovaciones llegadas de las máquinas y la industria en el siglo XIX. La piedra cede paso al hierro y son nuevos pensadores los que toman la batuta de la idea humana de avanzar.

Por su parte y paralelamente la idea de cabaña primitiva, que sostenía la idea constructiva propia en un contexto y clima determinado, llevan al pintoresquismo inglés a finales del XIX. Labrada estaba la idea del pensamiento propio y de la razón científica que la ilustración preconizaba durante los siglos XVIII y XIX. Pero nuevamente el ciclo se repetiría, cuando el ser humano se enfrente al hecho concreto de la máquina y su intromisión en el acontecer personal.

La razón llevada a la técnica


Iniciado el siglo XX, los ingenieros han tomado la batuta de la construcción y la arquitectura. El pensamiento es técnico a todas luces. La industria efervesce y las personas son un conjunto de asalariados. Los artesanos y aquellos que vivían de sus talleres, campos, van de poco convirtiéndose en mano de obra. Nace el empleo y la rivalidad entre el ser humano y las máquinas.

El ciclo ya nos separa de las condiciones formales y verdaderas y nos introduce al campo social y posteriormente al campo educativo. William Morris pone en evidencia esta crisis en este texto de Kenneth Frampton:

“El entusiasmo de los revitalizadores del Gótico se extinguió cuando se enfrentaron al hecho de que forman parte de una sociedad que no puede tener y no tendrá un estilo de vida, porque es una necesidad económica para su existencia el que el trabajo corriente y cotidiano de su población sea pura monotonía mecánica, y porque es la armonía del trabajo corriente y cotidiano de la población lo que produce el Gótico, esto es: el arte arquitectónico vivo y la monotonía mecánica no pueden armonizarse hasta ser arte. La esperanza de nuestra ignorancia ha desaparecido, pero ha dado lugar


a la esperanza de un nuevo conocimiento. La historia nos enseñó la evolución de la arquitectura, y ahora nos está enseñando la evolución de la sociedad; resulta claro para nosotros, e incluso para muchos de los que se niegan a reconocerlo, que la nueva sociedad no estará tan angustiada como lo estamos nosotros por la necesidad de producir cada vez más y más mercancías para sacar beneficios, con independencia de que alguien las necesite o no; que producirá para vivir y no vivirá para producir, como hacemos nosotros”. (Frampton, 2012: 42)

Esta crisis a finales del siglo XIX e inicios del XX, derivaron en la muy conocida arquitectura moderna por un lado, cuya ultranza era la técnica y la construcción. Los arquitectos ya entonces educados, muy al estilo de nuestra contemporaneidad, a través de la Bauhaus pretendían una sociedad dirigida por la mecanización y la eficiencia. Se idearon formas de convertir el espacio habitado en viviendas de producción masiva que entorpecieron la condición humana. La cabaña primitiva quedó en un recuerdo ofensivo de lo medieval. Por ejemplo, las cocinas de las viviendas modernas fueron profundamente estudiadas para mejorar las condiciones familiares con procesos llegados de la industria como la taylorización, pero lo que consiguieron es cada vez más aislar con mayor asiduidad la condición de la mujer en el seno familiar pues la cocina estaba hecha para una sola mujer.

Por otro lado, las corrientes de pensamiento que migraban desde Morris veían la posibilidad de una comunión entre las personas y las máquinas. Este pensamiento fue asimilado por el Art Noveau y el Deustche Werbung en Europa, que consolidaron una importante época arquitectónica con repercusiones a nivel mundial.

La crisis se manifestaba en cuanto tiene que ver con la labor del ser humano. Las atenciones precedentes se vinculaban al despertar intelectual y razonar de la persona. Ahora el ser humano quería mantener su espacio. Había ya una interesante transformación. Se pensaba ya en las condiciones de vida, en las sociedades. La educación se canalizaba ya hacia este derrotero.

De todas maneras, en ambos procesos se mantenía la condición mecánica de la crisis, el repetir sin reflexionar en lo que se estaba dando. La “máquina de habitar” repetía para sí las proporciones áureas y las perspectivas clásicas como se puede apreciar maravillosamente en el trabajo de Le Corbusier; o las disposiciones, también clásicas, en las composiciones de Mies Van Der Rohe. La repetición se daba gusto nuevamente. Por otra parte, las ideas pintoresquistas, volvían a los trazados


medievales naturales de un pasado romántico y anhelante. Volver a lo mismo en espiras ascendentes o descendientes.

La aurora de la conciencia


Ya, entrada la segunda mitad del siglo XX, el proceso de repetición de eventos se daba con mayor rapidez. De siglos se pasaba a décadas y la idea de eficiencia para el ser humano entraba en crisis ya iniciados los años sesentas. La nueva crisis delataba la condición inhumana que la técnica y la tecnología habían entregado a la sociedad.

Se pregunta el ser humano si el positivismo moderno precedente tenía algún viso de verdad, pues la catástrofe de la guerra había llevado a estas herramientas de la técnica y la tecnología a convertirse en terribles armas de destrucción masiva.

Aparece la conciencia como referente y adalid en este nuevo momento histórico. La espera se concreta en el tiempo. Se cuestiona en dos corrientes. Una, que visualiza al ser humano como un ser con posibilidades de autorrealizarse, desligándose de su condición material; y otra que nuevamente vuelca su mirada en el eje toral precedente que fue la razón.

“La crisis de los fundamentos del conocimiento científico se une por tanto a la crisis de los fundamentos del conocimiento filosófico, convergiendo una y otra en la crisis ontológica de la Real, para confrontarnos con el problema de los problemas: el de la crisis de los fundamentos del pensamiento”. (Álvarez, 2018: 49)

Para Pierre Cornaire, citado por Álvarez (2018), la crisis se desencadena hacia la verdad del Ser. Una crisis que cuestiona la idea de la ciencia y su puntual observancia de los hechos que no alcanza para ser traducida por la filosofía y su búsqueda de la verdad que es unitotal. ¿Qué es lo real? La misma pregunta que Claude Perrault se hiciera tiempos atrás, sin respuesta para Cornaire.

De la misma manera, en términos epistemológicos, Guyot nos habla de la razón como aquella entidad que quiere seguir conduciendo los caminos humanos, sin considerar que fue ella la que tuvo su momento y que ahora está en crisis y que ve al Ser como producto de sí misma, capaz de enrumbar nuevamente a la plenitud a la humanidad.


“La extraordinaria transformación del mundo producida desde la modernidad y de manera acelerada a lo largo del siglo XX, encuentra a la humanidad en un punto de bifurcación. Las fuerzas que ha desencadenado la inteligencia humana han afectado todas las regiones del planeta. Las crisis que sacuden los diversos aspectos de la vida de las sociedades representan el mayor desafío para una racionalidad que lucha por liberarse de la trama excluyente del logos científico-tecnológico y busca potenciarse en una dirección que permita un nuevo posicionamiento frente a la vida para lograr formas de existencia más plenas”. (Guyot, 2018: 1)

Para Cornaire y Guyot, la humanidad está en crisis pues la razón no dicta salida alguna. Su error es dejar de mirar los ciclos pretéritos de la condición humano y por mecánica repetir todo nuevamente, una repetición que convertirá al ser humano en un ser mecánico, desprovisto de toda identidad. Por otra parte, también este momento de crisis nos plantea la opción de la conciencia. Aquella posibilidad que es resultado de la comprensión. La persona comprende cuando deja de lado los paradigmas que han gobernado su vida y resueltamente los abandona, los cambia y se sacude la mecanicidad en la que históricamente ha estado envuelta.

Dichosa es la sociedad en la que por lo menos uno de sus miembros se decide de verdad al cambio. La ventaja histórica que tiene la humanidad en este momento es la educación. La educación es el verdadero baluarte de los cambios que se han producido. Fue mucho más equitativa de alguna manera desde la aparición de la imprenta, claro, que con ella también se perdieron valores artísticos ancestrales, pero permitió que el ser humano abandonara su condición emocional y se introdujera por el ámbito intelectual hasta convertirlo todo en racional.

La falla en el ser humano estuvo en desligarse de sus restantes sentidos. La razón está soportada como hemos visto por los aspectos formales de los hechos, mientras que la plenitud del ser humano está en la exaltación de todos sus sentidos físicos.

Es la educación por dónde el ser humano ha de atravesar este momento histórico de cambio. La educación así planteada no busca en el derrotero de la razón, sino la exaltación de los valores humanos, en lo que radica su vocación y su libre iniciativa.

Cómo podría cambiar el mundo si las personas siguen con miedo a los caminos trazados y copian lo que siempre se ha hecho. Arduo trabajo reflexivo les toca a las instituciones educativas al


respecto. El norte está trazado y la educación fundamentalmente como el arte “siempre rechaza, por inútiles, la tecnología y la racionalidad”. (Pallasmaa, 2016: 67)

La educación superior como detonante del despertar


“Así hemos llegado a una nueva década del siglo XXI en medio de múltiples dilemas, donde se juega el futuro de nuestros pueblos, incluso fundamentos mismos de su supervivencia como proyectos nacionales, como lo es el caso de la educación, panacea para el pensamiento iluminista, promesa de progreso y desarrollo para gran parte del siglo XX, ahora simple empresa para la tendencia globalizadora neoliberal”. (Álvarez, 2018: 98)

Esta vez la historia toma preparada a la humanidad y es avatar de todos el comprender que los hechos pasados inevitablemente se repetirán por ley natural y que las situaciones seguirán siendo las mismas. La razón y su sojuzgamiento, será de igual manera. La técnica y la tecnología seguirán guiando a la humanidad dormida hacia un siniestro camino de individualidad, competencia, corrupción, que es por donde ha caminado hasta ahora.

A la par y como ha sido en otras épocas de manera paralela surge la iniciativa de Ser. De un ser humano que despierta por medio de su sensorial capacidad, matizando el mundo con su propia vocación a través de una expresión material que iluminará al mundo, pues la luz de un instante es luz para siempre. De estos dos caminos o bifurcaciones la educación superior no podrá apartarse, pues por un lado es necesaria la técnica que permite mejorar las condiciones de vida de la humanidad, pero también es indispensable desarrollar la conciencia que haga que esa técnica y tecnología no terminen siendo elementos destructivos como fuera así, en el siglo XX; sino que sirvan para un engrandecimiento social, ambiental, cósmico.

Comentarios finales


Fue posible develar que ni las creencias divinas escapaban de la ley del eterno retorno que nos rige, pues luego, en la eterna noche de los siglos, nuevamente se podía mirar el cosmos.

Los movimientos intelectuales entre los siglos XV y XVI, colocan la duda acerca de los modos sociales de oscuridad e inconciencia, de imposición y abuso, que se encontraban protegidos por el pensamiento místico.


En la humanidad para finales del siglo XVIII, se repetían los modelos con la impronta de ser perfectos, a pesar que era posible demostrar que las edificaciones no tenían una única proporción métrica, sino que claudicaban ante la incertidumbre de los distintos datos.

La razón es llevada a la técnica a inicios del siglo XX, en este ciclo se separan las condiciones formales y verdaderas, y se introduce el campo social seguido del campo educativo.

Para la década del siglo XXI, aun cuando la humanidad se encuentra preparada intelectualmente, está inmersa en múltiples dilemas que incluyen el futuro de la humanidad, en la cual se repetirán por ley natural hechos del pasado. Asimismo, la técnica y la tecnología guiaran a la humanidad camino a la individualidad, competencia y la corrupción.

Finalmente, la humanidad no tendrá como rival a la razón, sino que sometida por la comprensión, se dará a luz a nuevos puntos de vista nacidos de cada persona, entendiendo que una persona es capaz de cambiar toda la humanidad, ya grandes hombres así lo han demostrado.

Referencias bibliográficas


Álvarez, C. (2018). Educación Superior en el siglo XXI. Quito: Mawil. Azara, P. (2015). Cuando los arquitectos eran dioses. Madrid: Catarata.

Bojorque, E. (2017). Hacia un estilo estético en la arquitectura: La Reticencia. Manta: Casa Editora Del Polo. Impreso.

Coto-Murillo, P. (2018). La aventura de abandonar la minoría de edad. Obtenido de: https://investiga.uned.ac.cr/cicde/images/minoria.pdf

De Amezúa, J. C. (2015). De proporción y métrica en arquitectura. Granada: Editorial universidad de Granada.

Echaide, R. (1990). La cabaña primitiva en la arquitectura actual. Obtenido de: https://dadun.unav.edu/bitstream/10171/16368/1/RE_Vol%2007_07.pdf.

Frampton, K. (2102). Historia crítica de la arquitectura moderna. Barcelona: Gustavo Gil. Garrido, B. (2016). VIDAS, GIORGIO VASARI. Obtenido de:


https://www.researchgate.net/publication/296077673_VIDAS_GIORGIO_VASARI_1511- 1574_ArtyHum_Revista_Digital_de_Artes_y_Humanidades_seccion_de_Historia_del_Arte_ISS N_2341-4898_n_2_Vigo_2014_pp102-108

Guyot, V. (2018). Epistemología y prácticas del conocimiento. Obtenido de: http://www.cid.unal.edu.co/files/news/050820_epistemologia_y_practicas_del_conocimie.pdf

Pallasmaa, J. (2016). Habitar. Madrid: Gustavo Gil.

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